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INVÉNTATE UN ORIGEN

INVÉNTATE UN ORIGEN.


INVÉNTATE UN ORIGEN. Marca hispánica

Las mentiras de los nacionalismos: cómo crear un país de la nada en sólo 7 pasos.
El profesor Javier López Facal explica en su nuevo libro cómo surgieron las naciones europeas y qué proceso siguieron para construir su identidad (inventada)
16/01/2014

Este año Europa vivirá dos de los procesos soberanistas más importantes de los últimos años. El 18 de septiembre se celebrará el referéndum sobre la independencia de Escocia y, si todo sale según los planes de Artur Mas, Cataluña celebrará una consulta similar el 9 de noviembre. Ambas regiones europeas cuentan con un fuerte movimiento nacionalista, que insiste en que sus habitantes forman un pueblo sin Estado, con una identidad que se remonta por los siglos de los siglos.
Lo que suelen olvidar todos los nacionalistas, de forma consciente o inconsciente, es que la nación es un invento moderno. En su libro Breve historia cultural de los nacionalismos europeos (Catarata, 2013), el filólogo y profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Javier López Facal, explica como “la mayoría de los símbolos, ritos y tradiciones que hoy tienden a creerse inmortales se crearon, en realidad, entre 1870 y 1914”.
La construcción de la identidad nacional permite montajes diferentes a partir de las mismas categorías elementales.
En ese periodo concreto, de la mano del romanticismo, políticos, artistas, historiadores, clérigos y filósofos, construyeron las modernas naciones europeas, y lo hicieron siguiendo un modelo similar, imitado por una nación detrás de otra. La construcción de la identidad nacional se convirtió pronto, tal como explica el sociólogo Orvar Löfgren, en una especie de kit de do it yourself (“hazlo tú mismo”), “un sistema IKEA de construcción de las identidades nacionales, que permite montajes diferentes a partir de las mismas categorías elementales que pertenece actualmente al dominio público mundial”.
De un modo u otro, tal como explica López Facal, todas las naciones modernas siguieron una serie de pasos, encaminados a construir una identidad que hasta entonces no existía. Son estos.
1. Inventar un origen remoto.
Toda nación, para ser tomada en serio, tiene que tener una cierta antigüedad. Esto lo entendieron bien los escoceses que, según López Facal, fueron los primeros en construir su identidad.
En 1707 los parlamentos de Inglaterra y Escocia aprobaron sendas leyes sobre la unión de sus respectivos reinos, dando paso a la creación de la Gran Bretaña. Muchos escoceses no aceptaron de buen grado la unión y en las décadas siguientes comenzaron a crearse una serie de hechos diferenciales para reforzar su scottishness frente a los vecinos del sur.
A mediados del siglo XVIII, James MacPherson (1736-1796) se encargó de traducir al inglés una serie de baladas tradicionales de las Highlands. Pero no se limitó a recoger poemas conocidos por transmisión oral, además los modificó a su gusto, e inventó muchos nuevos, mezclando a Homero, Milton y pasajes de la Biblia. Se sacó de la manga, además, al bardo que los había escrito, Ossian, que, aseguró, había vivido en el siglo II (algo que sería imposible de creer por cualquier historiador).
El bardo Ossian visto por François Gérard (1880)

El éxito de los poemas osiánicos fue arrollador. Fueron el producto literario e ideológico que toda Europa estaba esperando, un poco cansada de rendir culto a la literatura y los mitos de griegos y romanos. Esto era “auténtica” poesía popular, que otorgaba identidad remota a unos pueblos que no carecían de tal cosa.
Pronto muchas naciones europeas imitaron los poemas osiánicos, creando su propia identidad folclórica. El rexurdimiento gallego y la renaixença catalana, son buenos ejemplos del fenómeno. El folclore se convirtió con frecuencia en un fake-lore, una “supercherigrafía”, porque, como explica López Facal, se pasaba con mucha facilidad de estudios etnográficos reales a invenciones “pseudográficas”, que más que recolectar tradiciones, las inventaban. Mediante este proceso llegamos al absurdo de abrir el periódico las pasadas navidades y encontrar un anuncio del Gobierno vasco en que se vende al Olentzero como “uno de los precursores mundiales del shopping”. De aquellas aguas, estos lodos.
2. Buscar un héroe legendario, de raza.
Alemania fue el segundo país, después de Escocia, que más contribuyó a crear la mitología nacionalista en Europa. Y partía de una gran ventaja respecto a estos: no necesitaban inventarse ningún Ossian, porque contaban con un autor prestigioso y, además, antiguo de verdad. El gran historiador romano Tácito (56-117) había escrito un librillo sobre las costumbres y pueblos de Germania, más conocido, sucintamente, como la Germania.
Desde su publicación en época moderna, los humanistas alemanes se lanzaron sobre él y lo convirtieron en una indiscutible, precisa y exacta descripción de cómo era su pueblo en la antigüedad. Siglo tras siglo los alemanes se veían cada vez más identificados con el heroico Arminio, traducido de una manera quizá interesadamente nacionalista como Hermann, que había derrotado a las legiones romanas en el bosque de Teutoburgo en el año 9 a.C y con su gente, tan genuina y diferente de sus vecinos: grandes y vigorosos, con ojos azules, pelo rubio, igualitarios y monógamos. Tácito también los describía como perezosos, borrachos, zafios y bárbaros, pero eso, como explica López Facal, “eran defectillos que más de una edición del libro contextualizaba púdica o comprensivamente, o expurgaba sin más”.
3. Unirse frente a un enemigo común.
Toda nación, para su construcción, necesita de un archienemigo, y al igual que Cataluña, el País Vasco y Galicia tienen a España, España tuvo a Francia. Como explica José Álvarez Junco en su libro Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX (Taurus, 2001), “presentar la larga y sangrienta confrontación de 1808 a 1814 como una guerra de la independencia, o enfrentamientos con los franceses por una liberación española, es una de las simplificaciones de la realidad tan típicas de la visión nacionalista del mundo”.
La Guerra de la Independencia fue en realidad una guerra internacional entre Francia e Inglaterra. Como apunta López Facal, no debemos olvidar que el comandante en jefe “español” era el duque de Wellington, y si las Cortes de Cádiz pudieron hacer su trabajo, a pesar de tener a las tropas napoleónicas al otro lado del puente de San Fernando, fue porque las protegía la escuadra inglesa. En realidad, en la guerra dominó más el odio al francés que la voluntad de construir una nación española.

Muerte de Pedro Velarde y Santillán durante la defensa del Parque de artillería de Monteleón. 1884

Años después, la Guerra de la Independencia sería reinterpretada como un episodio más de la secular lucha de los “españoles” contra el invasor, sea este romano –aunque luego quede muy patriótico pensar que Viriato era español– o musulmán. El nacionalismo español, como todos los demás, se ha basado en el mito de una España eterna cuyos belicosos habitantes habrían defendido heroicamente su independencia siglo tras siglo.
Hoy nos parece un hecho natural y de secular antigüedad que en Francia se hable francés; en Italia, italiano o en Alemania, alemán. Pero ni es natural ni siempre ha sucedido así. Durante siglos en ningún lugar de Europa existió algo parecido a una lengua oficial. El latín cumplía la función del inglés, era la lengua académica y culta, y el francés, más adelante, se convirtió en el idioma por antonomasia de las cortes. Por lo demás la diversidad lingüística era abrumadora.
En 1789 el 50% de los franceses no hablaba nada de francés y, correctamente, sólo lo hacía un 12 o 13%
Cuando empezaron a surgir las naciones, se consideró necesario dotarlas también de una lengua propia para distinguirse de los vecinos, y fue necesario un esfuerzo alfabetizador en un idioma que no siempre era mayoritario. Parece increíble, pero según Eric Hobsbawm, en 1789 el 50% de los franceses no hablaba nada de francés y, correctamente, sólo lo hacía un 12 o 13%. La situación española era parecida, se calcula que en 1860 en torno al 50% de los 16 millones de habitantes no eran castellanoparlantes. No existía la tan cacareada “lengua común”, la escolarización de la población en la lengua nacional fue una decisión política.
5. Diseñar una bandera, un himno y un traje típico.
La mayoría de los elementos de distinción de una nación, como la bandera, el himno o el traje típico, nacieron también de la nada, a la vez que se construían las identidades nacionales.
Una ikurriña ondea tras la estatua de Sabino Arana en Bilbao. (Euskalduna/CC)
La famosa falda escocesa para hombre, el kilt, fue un invento de un empresario siderúrgico de Lancashire –en Inglaterra–, que en 1727 mandó transformar las roñosas mantas con las que vestía un clan de las Highlands que había contratado. Ocurre algo parecido con el traje de flamenca, que todas las sevillanas llevan con orgullo el día de la feria: se inventó muy a finales del siglo XIX y no se popularizó hasta 1929, año en que se celebró la Exposición Universal de Barcelona y la Iberoamericana de Sevilla.
El himno más antiguo del mundo tampoco es demasiado viejo. Se trata de La Marsellesa, que se escribió en 1792. Y las banderas se crearon todas al mismo tiempo que las naciones, como adaptación de los estándares militares y las enseñas marítimas de uno u otro reino o, directamente, a partir de planteamientos originales. Para su diseño, de hecho, los nacionalistas se fueron imitando unos a otros. La ikurriña vasca, por ejemplo, fue creada por Sabino Arana –alguien que creía que el pueblo vasco descendía de Tubal, nieto de Noé y había venido directamente desde el Paraíso hasta Euskadi– en 1894, a imagen y semejanza de la Union Jack británica. Luego, claro está, se inventó toda una simbología en torno a ella.
6. Celebra una fiesta nacional.
Toda nación tiene que tener un momento fundacional, un día en que se celebre el despertar del pueblo (por usar la retórica típicamente nacionalista). Que lo que ocurriera ese día no tenga nada que ver con lo que se está festejando, importa poco.
Caso paradigmático es el 11 de septiembre catalán. Todos los años una comitiva encabezada por el presidente de la Generalitat se dirige al monumento a Rafael Casanova, donde se vienen depositando flores desde el año 1894.

Artur Mas y su gobierno durante la ofrenda floral de la Diada, frente a la estatua de Rafael Casanova. (Reuters)

Entre los asistentes que entonan el himno Els segadors (compuesto en 1899), se da por supuesto que Casanova fue algo así como el iniciador de la lucha por la independencia de la nación, por la que resistió heroicamente en 1714 el asedio de la ciudad de Barcelona, frente a las tropas españolas que acabarían arrasando la ciudad y suprimiendo sus tradicionales derechos y centenarias libertades.
Pero lo que se vende como una guerra entre Cataluña y España fue en realidad una guerra entre dos bloques europeos, los Habsburgo de Austria frente a Francia, y cada bando trataba de situar a su propio candidato al trono vacante de la Corte española. Dentro de la propia España las simpatías políticas por uno u otro bando estaban muy divididas. Rafael Casanova, el héroe nacionalista catalán, partidario de los Austrias, creía y confesaba luchar per la libertat de tota Espanya. Considerar esta contienda como una guerra de España contra Cataluña es un desvarío.
7. Escribe buenos libros de texto.
El sistema escolar es el instrumento por antonomasia para lograr la identificación de los ciudadanos con la idea de nación. La historia nacional española “oficial”, inamovible de los libros de texto hasta la Constitución de 1978, fue obra del palentino Modesto Lafuente, que redactó una Historia General de España, entre 1850 y 1867, que recogió todos los tópicos del nacionalismo español: los visigodos, Numancia, la reconquista, el Cid campeador, los Reyes Católicos, los comuneros
Los estudiantes catalanes y vascos están acostumbrados a mapas donde Euskal Herria o los Països Catalans son entidades geográficas y políticas diferenciadas.
El reduccionismo castellanista de Lafuente era evidente, pero eran los nacionalistas españoles los que tenían el poder de imponer la enseñanza a toda la población cautiva en las aulas de España. Con la llegada de la democracia, se dio la vuelta a la tortilla, y las otras nacionalidades se esforzaron por hacer sus propios libros de texto.
Aunque el carácter localista y doctrinario de los manuales escolares no se da sólo en las nacionalidades históricas, es en el País Vasco y Cataluña donde la ideología nacionalista está más generalizada y es más obvia en los libros de texto. Así no es de extrañar que en los libros de geografía de los estudiantes vascos y catalanes no aparezca nunca la palabra "España", sino conceptos como “Estado español” o “Península” y estén acostumbrados a mapas donde Euskal Herria o los Països Catalans son entidades geográficas y políticas diferenciadas.
"Los nacionalismos son como el olor corporal", afirma López Facal a modo de conclusión de uno de los capítulos de su libro.
"Uno no percibe el propio, sino sólo el ajeno".

http://historia-aragon.blogspot.com/search?q=nacio

clvii-arch-dip-diet-1460-diciembre

1461. Setiembre.
SANT KARLES PRIMOGENIT DARAGO E DE SICILIA.
- Dimecres a XXIII. - Aquest die entre III e IIII hores de mati passa desta vida en la gloria de paradis la sancta anima del illustrissimo senyor don Karles primogenit Darago e de Sicilia lo qual fini sos dies en lo palau reyal major de aquesta ciutat de mal de pleusulismochsen grandissim dol en Barchinona e per tot lo principat de Catalunya per la gran e bona amor que ell portava a tota la nacio cathalana quil havien tret de preso el havien lunyat e separat de la ira e furor del senyor rey son pare.
Loat e beneit sia lo nom de Deu a qui ha plagut separar ten sanct e virtuos senyor daquells qui tant lamaven el volien.
Nota: beneit sia lo nom de Deu - tant lamaven el volien; el: y lo – y lo volien, e lo volien, et lo volien. Encara no apareix la i latina, pero sí la y grega.
mal de pleusulis: pleuresía, o más bien tisis
/

Empezóse con la lectura de la carta que sigue:

Núm. 386. Tom. 20. Fol. 1792.

Als molt reverents egregis nobles et honorables senyors: a la vostra molt gran saviesa notifich com per lo patro del laut armat quels honorables consellers de Caller hichan trames he rebut un plech de letres de vosaltres senyors trameses ensemps ab los capitols que la senyora reyna trametia per mossenyer Bertran de la Saga lo qual plech yo he reebut et he vista la sustancia de les dites letres. E de present per correu ho tramis tot a mos companyons en Cathania dels quals he haguda resposta feta a vint et set de abril com han reebut lo dit plech et dada la letra a la dita senyora et als barons de son consell et han explicat de paraula et satisfet segons lo carrech que en la vostra letra per vosaltres senyors nos era donat. De la resposta de la dita senyora et dels barons de son consell sereu plenariament informats per lo honrat en Montholiu lo qual dies ha sta en Mecina sperant les galeas dels venicians ab les quals vol muntar: et si a Deus plaura que passen per sta ciutat yo hi muntare et men ire en sa companyia per ço car me sembla que la concordia de la dita senyora et dels barons de sa part no es en termens ques faça guardant les maneres que per la dita senyora et per son consell son tengudes: ço es quels capitols de la concordia feta et tractada per los navarresos et loats et fermats per la dita senyora et signats de la sua ma et segellats de son segell en neguna manera no ha volguts aquells tenir ne servar: et per nos missatgers vostres fon tractat stant la dita senyora en lo castell de Solento que la dita senyora passas als dits capitols anedinthi algunes altres coses que demanava: et treballam tant quel noble baro mossenyer Bernat de Cabrera mestre justicier passa et loha les addicions que la dita senyora volia: pero ella retengut que nou juraria neu loaria tro tant queu hagues demanat alguns barons en que ho havia promes et jurat que concordia alguna no faria ab lo dit mestre justicier tro los ne hagues demanats.
Et ab aquest pacte parti de Solento per anar al castell de Cathania hon devia tenir son dret cami et no exir en neguna ciutat ne vila que alguns poguessen esser pus poderosos que ella ne al dit castell de Cathania no permetria intrar barons que li poguessen tolre sa libertate sots aquests pactes mos companyons sen anaren ab ella tres: en quant foren a Cathania la dita senyora volch exir a la ciutat et per los dits companyons meus fo requesta que li plagues no isques de la galea ne prengues terra sino al castell axi com havia promes: e no stant per cosa que ells li diguessen ella isque a la dita ciutat els dits companyons meus romangueren en la galea que non volgueren exir tro tant que la dita senyora fon al castell en poder de mossenyer Gabriel de FanoE stant aqui la dita senyora ha haut diversos consells et acorts ab los barons et ab aquells que li ha plagut et ha respost que no passaria en les coses concordades a Solento que convenia que dels quinçe milia florins que devia reebre ans de sa anada que fossen vint milia florins et quel mestre justicier perdonas a tots los foraexits de les terres del domay en manera que segurament poguessen star quiscuns en lurs cases et que fes treua general ab tots los barons et altres parcials seus: e ab aquesta concordia et conclusio fon trames aci en Macia Just scriva nostre: e yo presenti los dits capitols al dit mestre justicier ab una letra quels dits companyons meus li trameteren de la qual havia gran malaltia et ab gran dificultat se podia hom rasonar ab ell: pero ab la gracia del Sperit sant et ab ajuda del noble mossenyer Archimbau de Foix treballi tant et tengui les millos maneres que a mi foren possibles. Lo dit noble baro mossenyer Bernat justicier loha et ferma de fet en poder de notari ço que la dita senyora demanave dels vint milia florins et de la treua dels barons et de la remissio dels foraexits e tot aço havia per loat et fermat ab carta publica tota hora que la dita senyora hagues loats et jurats et fermats los dits capitols ço es en sustancia que totes les terres del domay et les terres et castells de la cambra de la dita senyora fossen meses en mans et obediencia del dit mestre justicier per part de aquel qui per justicia sera elet rey de Arago et de Sicilia: la qual cosa me appar que la dita senyora no hage volgut loar ne fermar jatsia moltes de vegades ho haja atorgat et dit de paraula la qual cosa apparria ara nou volgues fer ne metre en obra per ço car en Mecia Just parti daci a deu deabril ab los dits capitols los quals havia carrech de dir a mos companyons que de present com la dita senyora hagues lohats et fermats los dits capitols per correu propri scrivissen notifficantho al dit mestre justicier et a mi e fins vuy non havem haut certifficacio. Perquel mestre justicier et tot hom generalment se te per dit que la dita senyora no ha cor ne voluntat de fer la dita concordia et aquells per qui ella se governa no li ho consellene par be versemblant que apres que la dita senyora es en Cathania ha fet liurar lo castell de Sent Felip a mossenyer Golota de que la gent de la vila se son molt sentits et han haut gran desplaer en tant ques diu certament quel dit mossenyer Golota ha presos et feta justicia de alguns dels millors de la vila per ço com resistien a la sua senyoria: apres ses seguit quel comte Johan de Vintimilla sa ocupada la ciutat de Xifalo dihent al poble que per nom et per part de la dita senyora ho ha fet mostrant letra sua quel ha fet capita de guerra: pero lo castell que te Johan Aragones nol ha volgut obesir ans ha scrit al dit mestre justicier requirintlo de socorrerli: jatsia tota hora haja stat en obediencia de la dita senyora ara empero no ha acceptada la dita letra la qual li es stada presentada per lo dit comte Johan o per son procurador: perque lo dit mestre justicier hi ha trameses dues galiotes per socorrerlo de ço que haja necessari. Perque mos senyors tot hom hic fa comte que es necessari quel mestre justicier sia poderos et favorit en tal manera que puga conservar aquest regne per la casa de Arago que sens falla si ell fos mort de aquesta malaltia tota la nacio cathalana fore sterpada de aquest regne: hoc encara los barons cathalans qui no son de sa obediencia ab los quals lo dit mestre justicier vol fer pau segons ha dit et atorgat a nos missatgers tota hora que parlat havem ab ell de aquesta materia: pero ab los barons sicilians quel senyor rey que Deus haja havia condempnats no ha atorgada pau neguna sino la treua dessus expressada. Al present noych ha altres coses necessaries scriure a la vostra molt gran saviesa la qual man a mi tot ço quem sia possible. E sia la Trinitat sancta guarda de tots. Scrita en Palerm a cinch del mes de maig del any de mil et quatrecents et dotze. - Apres la data de la present sich es sabut per letra qui es venguda del Matzari que mossenyer Johan de Munchada ses ensenyorit del castell et de la vila de Plosa et que lo castellan quil tenia se te molt per enganat de la manera que li han tenguda perques diu que lo dit mossenyer Johan te vuy la vila et lo castell. Closa en lo dit loch a sis dels dits mes et any. - Lo vostre missatger en lo regne de Sicilia qui humilment se recomana en gracia de tots vosaltres senyors Guillem Gavella.

Fueron leídas después algunas otras cartas en que se trataba de las demandas de abogados que hacía don Fadrique, y de las comunicaciones que había dirigido a las universidades doña Violante.

El nacionalismo de los ricos

El investigador de la Universidad de Ginebra, Emmanuel Dalle Mulle, ha sido distinguido con el premio Latsis Universidad de Ginebra por su trabajo «El nacionalismo de los ricos. Discursos y estrategias de los partidos separatistas en Cataluña, Flandes, Italia del norte y Escocia». Este premio distingue su trabajo como la mejor aportación del año en dicha universidad.

Según Emmanuel, el nacionalismo de los ricos se caracteriza por un discurso basado en el victimismo fiscal. Los partidos nacionalistas de Flandes y de Italia del norte comparten con Cataluña la retórica política del bien conocido ¡España nos roba! Los tres rechazan así la solidaridad con el resto de las regiones de sus países respectivos. Comparten, además, la explicación determinista que dan a las diferencias socioeconómicas entre su región y las otras: si las suyas son más ricas que las otras se debe al espíritu emprendedor y a la ética de trabajo de sus ciudadanos. ¡Qué español no conoce las diferencias entre el catalán y el andaluz!
Este discurso simplista, concluye Emmanuel Dalle, tiene la ventaja innegable de presentar la independencia como una herramienta para luchar contra el paro, mejorar la calidad de los servicios públicos y asegurar la durabilidad de la seguridad social; temas que se encuentran entre las prioridades de los electores, más aún en tiempos de crisis económica.
Muchas gracias, Emmanuel Dalle Mulle, por explicar en Ginebra lo que España no ha sido capaz de explicar en Europa.
Encontrarán toda la información en el siguiente enlace (en francés).
https://www.jetdencre.ch/identite-developpement-economique-et-etat-providence-le-triangle-qui-explique-le-nationalisme-des-riches-en-europe

El nacionalismo de los ricos. Discursos y estrategias de los partidos separatistas en Cataluña, Flandes, Italia del norte y Escocia


Au cours des dernières décennies, plusieurs régions européennes ont connu la montée d’un discours nationaliste s’appuyant sur un argumentaire de victimisation fiscale. Pensons à la Catalogne, à la Flandre ou encore à l’Italie du Nord. Emmanuel Della Mulle, chercheur à l’IHEID de Genève, nous offre quelques repères historiques pour comprendre ce « nationalisme des régions riches » en Europe.

Il y a quelques semaines le Parlement de Catalogne a élu un nouveau président, Quim Torra, mettant ainsi fin à une impasse qui a duré près de six mois. Les vicissitudes politiques de la région ont récemment fait la une de l’actualité dans toute l’Europe du fait du référendum d’indépendance organisé le 1er octobre 2017 (et déclaré illégal par les autorités espagnoles), de la répression policière déployée par l’État le jour du vote et des procès qui ont été initiés contre les leaders du mouvement indépendantiste. La présence d’un discours nationaliste en Catalogne n’est toutefois pas une nouveauté. C’est une réalité historique qui date au moins de la moitié du 19e siècle.
Alors que la question catalane est aujourd’hui essentiellement devenue une question de « démocratie », liée notamment à l’affirmation du droit à l’autodétermination de la part des nationalistes catalans, il convient de rappeler l’importance d’un argumentaire de nature économique en faveur de l’indépendance qui a été construit au fil des dernières décennies par les partis catalanistes, ayant contribué de manière déterminante à leur succès. Cet argumentaire se résume dans l’idée que la Catalogne est fiscalement exploitée par l’État espagnol, car ce dernier en extrairait trop de ressources par rapport à ce qu’il réinvestit dans la communauté autonome. Un tel discours est caractéristique de ce qu’on pourrait appeler le « nationalisme des régions riches » et, comme nous le verrons plus loin, il s’agit d’un développement relativement récent dans l’histoire du nationalisme, remontant à la période se situant entre la fin des années septante et la fin des années quatre-vingt. On trouve une rhétorique politique similaire ailleurs en Europe, notamment en Flandre et en Italie du Nord.
À ce stade, le lecteur pourrait légitimement se poser la question suivante : pourquoi des régions relativement plus riches que la moyenne de l’État auquel elles appartiennent devraient-elles se plaindre d’une situation « d’exploitation fiscale » ?
Ce questionnement n’est pas anodin. Pendant longtemps, les milieux universitaires ont eu tendance à considérer le nationalisme des minorités comme un phénomène proliférant dans des périphéries moins développées et opprimées par des centres économiquement et politiquement plus forts. Dans les prévisions de la plupart des auteurs, notamment ceux liés à la théorie de la modernisation, ce nationalisme devrait naturellement disparaître à mesure que la modernisation économique irradie l’ensemble du territoire national, du centre à la périphérie.
Cela ne doit guère nous surprendre. En effet, la formation des États-nations en Europe occidentale a suivi un processus historique à travers lequel le pouvoir politique et économique a eu tendance à se concentrer dans certaines zones territoriales, notamment autour des régions capitales. Cela a été le cas en France, en Angleterre, au Portugal, aux Pays-Bas, en Italie et – dans une moindre mesure – en Allemagne et en Belgique, où l’Île-de-France, la région londonienne, Lisbonne, la Hollande, le Piémont, les territoires prussiens3 et la région bruxelloise ont joué un rôle central dans la formation des États respectifs.
Pour comprendre pourquoi les pouvoirs politique et économique tendent à converger autour de certaines zones territoriales, il faut considérer que, jusqu’au début du 20esiècle, la guerre a été le principal moyen de formation des États territoriaux. Or, la guerre requérait des ressources, et toujours plus au fur et à mesure que la compétition entre les États augmentait. Ainsi, comme suggéré par le politologue et historien Charles Tilly, à partir du 17e siècle : « l’échelle grandissante de la guerre au niveau continental et la formation du système européen des États à travers des interactions commerciales, militaires et diplomatiques favorisèrent au final, dans la conduite de la guerre, ces États qui purent déployer des grandes armées permanentes ; les États disposant d’une combinaison de larges populations rurales, de capitaux et d’économies relativement commercialisées prévalurent ».
Le processus qu’on vient de décrire ne s’applique néanmoins pas à tous les pays de l’Europe occidentale. En Espagne par exemple, ce modèle se vérifie seulement en partie. L’unification territoriale de l’Espagne a coïncidé avec le début de la domination économique de la Castille, mais ce processus précoce de construction de l’État (achevé déjà au début du 16e siècle) n’a pas coïncidé, comme ce fut le cas ailleurs dans le continent, avec un processus parallèle de construction de la nation. Quand, trois siècles plus tard, les autorités espagnoles ont tenté de le faire, le panorama économique avait beaucoup changé : alors que la Castille se trouvait dans une situation de déclin irréversible, la Catalogne et le Pays basque connaissaient un développement économique phénoménale. De plus, ce développement économique fut accompagné de la transformation d’une ancienne identité territoriale en une identité nationale moderne en compétition avec l’identité nationale promue par l’État. Même si dans ces deux cas on trouve déjà au début du 20e siècle des argumentaires économiques dénonçant un déséquilibre dans la répartition des dépenses et des revenus entre le centre et la périphérie, la rhétorique nationaliste de l’époque reposait essentiellement sur la défense de la langue et de la culture locales, ainsi que sur des demandes d’autonomie politique.
Ce qui se produit en Espagne, à savoir une modification des positions économiques de certaines régions à l’intérieur d’un État consolidé, on le retrouve dans les autres régions où des discours politiques assimilables « au nationalisme des régions riches » peuvent être observés. Dans les années soixante, la Flandre est passée d’être la région la plus pauvre de la Belgique à la plus riche. En Italie, le Nord a toujours dominé économiquement le Sud, mais ce développement économique était concentré autour des zones métropolitaines de Turin, Milan et Gênes. Après la Deuxième Guerre mondiale, les provinces du Centre-Nord (par exemple en Émilie-Romagne) et du Nord-Est (en particulier dans la Vénétie), ainsi que les zones rurales du Nord-Ouest (c’est-à-dire, celles en dehors du triangle Turin-Milan-Gênes) étaient caractérisées par un niveau de revenu par tête plus élevé qu’au Sud, mais sensiblement plus bas que dans les centres industriels urbains du Nord-Ouest. À partir des années soixante, ces provinces ont néanmoins connu un développement économique extraordinaire qui les a amenées à se placer, en deux décennies, parmi les régions les plus riches du pays. En Belgique comme en Italie, ces changements relatifs au pouvoir économique de certaines régions ont été accompagnés par une demande d’adaptation du système politique afin que celui-ci reconnaisse le nouveau poids acquis par les régions en question.
Deux autres éléments fondamentaux nous permettent de comprendre pourquoi ce nationalisme des régions riches s’est soudainement manifesté dans le dernier quart du 20e siècle : l’État-providence et la crise fiscale que la plupart des pays européens ont vécu à partir de la deuxième moitié des années septante. En substance, ce que les partis nationalistes dans ces régions dénoncent est un « excès de solidarité » avec le reste du pays imposé par le système de sécurité sociale. Cet excès de solidarité pénaliserait la compétitivité des régions les plus performantes et aurait des effets néfastes sur le niveau de vie de leur population. De plus, il irait de pair avec des situations de grave crise fiscale et un fonctionnement déficitaire des services publics et du système politique. Dans cette logique, l’autonomie fiscale ou l’indépendance des régions en question sont désignées comme les solutions pour corriger les dysfonctionnements de l’État-providence et, donc, améliorer le niveau de vie de la population.
L’État-providence est une création assez récente, qui remonte aux vingt-cinq/trente ans faisant suite à la Deuxième Guerre mondiale. Il a permis l’établissement de flux automatiques de redistribution de richesses à une échelle inconnue jusqu’alors. La plupart de ces flux sont interpersonnels. Autrement dit, ils ont lieu entre personnes riches et pauvres d’un même État, indépendamment du lieu où ces personnes habitent sur le territoire national. Toutefois, dans des situations de déséquilibre dans le niveau des revenus entre différentes zones d’un même pays, des flux fiscaux territoriaux entre résidents de régions avec un revenu par tête sensiblement plus élevé que la moyenne nationale et résidents de régions avec un revenu par tête considérablement en dessous de la moyenne sont générés.
De la même façon que les flux interpersonnels offrent un potentiel de contestation aux personnes contributrices nettes (potentiel souvent exploité par les partis libéraux ou conservateurs qui demandent une réduction des impôts), les flux interterritoriaux fournissent un potentiel de contestation dans les régions contributrices nettes. La raison pour laquelle cette contestation n’est pas apparue dans les premières décennies de la création de l’État-providence est que pendant ces années – « Les Trente Glorieuses » – la majorité du continent affichait des taux extraordinaires de croissance économique. Une telle prospérité permettait d’augmenter l’éventail et le niveau des services publics sans accroitre sensiblement les impôts pour autant. Dans ce contexte, « la richesse privée et la générosité publique pouvaient aller main dans la main »7.
Dès la moitié des années septante, toutefois, les Trente Glorieuses s’achevaient et commençait une période que le politologue Paul Pierson a appelée « l’âge de l’austérité permanente »8, c’est-à-dire, une époque où les taux de croissance significativement plus bas ont rendu les coûts et l’efficacité de l’État-providence beaucoup plus problématiques. Confrontés à des crises fiscales d’envergure, les États européens ont dû souvent augmenter la taxation ; le déficit public et la dette ont explosé. Dans ce contexte, les flux automatiques de redistribution qui étaient restés « invisibles » jusqu’à ce moment sont soudain devenus apparents9.
Toutefois, comme les flux contestés par les partis nationalistes en Catalogne, en Flandre et en Italie du Nord ne sont pas des flux interpersonnels, mais des flux interterritoriaux, les dynamiques économiques décrites dans les précédents paragraphes ne peuvent que partiellement expliquer l’origine et l’efficacité du discours de ces partis. Après tout, des flux interterritoriaux sont à l’œuvre à l’intérieur de n’importe quelle unité territoriale (même si, selon la distribution du revenu, leur envergure peut changer d’un cas à l’autre). La question n’est donc pas seulement de déterminer si les flux existent et dans quelle mesure, mais aussi quelles sont les unités territoriales pertinentes. C’est ici que l’identité joue un rôle critique. De nombreux auteurs ont montré le lien entre identité et solidarité. D’un côté, les États ont ouvertement utilisé l’État-providence en tant qu’outil de construction de la nation. De l’autre, plusieurs enquêtes d’opinion montrent que partager la même identité (notamment la même identité nationale) est souvent considéré par les citoyens de différents pays européens comme un critère important pour déterminer qui devrait avoir accès ou non à la sécurité sociale (ce qui amène souvent à l’exclusion des étrangers). De la même manière, la présence d’un clivage identitaire à l’intérieur d’un pays peut menacer la légitimité du système de redistribution dans des régions dont l’identité nationale diffère de celle promue par l’État.

Bien que la dimension identitaire soit toujours présente en arrière-plan, les partis nationalistes en Catalogne, en Flandre et en Italie du Nord ont néanmoins évité d’employer des argumentaires de rejet de solidarité avec le reste du pays sur la base de considérations purement identitaires. Cela est sans doute dû au fait que dans ces régions les identités duales (catalane et espagnole, flamande et belge, italienne et nord italienne) sont très répandues et, donc, un discours strictement identitaire ne leur serait pas favorable. Ces partis ont ainsi plutôt eu tendance à mobiliser des arguments de nature morale liés au consensus social sous-jacent à l’État-providence. En effet, l’État-providence n’a jamais impliqué une forme de soutien social inconditionnel. Au contraire, on peut l’envisager comme une sorte de double jeu de confiance : d’un côté, entre les contributeurs et les bénéficiaires ; de l’autre, entre les citoyens et l’État, auquel les premiers délèguent l’organisation et la coordination du système. Comme tout système basé sur la confiance, sa légitimité diminue si les contributeurs ont l’impression que les bénéficiaires abusent du système et/ou que l’État n’accomplit pas ses tâches de manière efficace.
Très exactement, l’argumentaire de ces partis nationalistes a plutôt été articulé autour de trois critères largement évoqués par l’opinion publique européenne pour déterminer les catégories sociales qui peuvent légitimement avoir accès à l’aide sociale. Il s’agit des critères du contrôle, de la réciprocité et de l’attitude. Contrôle signifie que si le bénéficiaire est vu comme étant « responsable », au moins en partie, de sa situation de besoin, son droit au soutien est considéré comme moins légitime ; réciprocité renvoie à un principe d’assurance, c’est-à-dire que le bénéficiaire devrait recevoir, dans une certaine mesure, de façon proportionnelle aux contributions qu’il a réalisées par le passé ; attitude se réfère à l’attente que le bénéficiaire fasse un effort pour sortir de sa situation de besoin13.
Sur un plan concret, les partis nationalistes en Catalogne, en Flandre et en Italie du Nord ont rejeté la solidarité avec le reste du pays en affirmant que : les ressources investies dans les régions plus pauvres ne servent pas à financer un développement économique endogène, mais plutôt à approfondir la dépendance de ces régions vis-à-vis des subsides d’État et de la dépense publique plus généralement, à des fins clientélistes (ce qui touche aux critères de contrôle et d’attitude) ; et la région qu’ils représentent ne reçoit pas assez par rapport à ce qu’elle contribue (ce qui a trait au critère de réciprocité). De plus, on trouve chez ces trois partis nationalistes une forme de « déterminisme culturel » à l’heure d’expliquer les différences socioéconomiques entre leur région et les autres : le niveau de richesse comparativement plus élevé de celle-ci est attribué à l’esprit entrepreneurial et à l’éthique de travail de sa population. De manière plus ou moins explicite, ce type de discours suggère que si les autres régions adoptaient les mêmes valeurs, elles pourraient atteindre le même niveau de prospérité. Il va sans dire qu’il s’agit là d’un argumentaire qui explique un phénomène très complexe tel que le développement économique de manière simpliste, ignorant d’autres facteurs centraux comme la position géographique, la dotation infrastructurelle et des phénomènes de « dépendance au sentier ».
Ce type de discours nationaliste revêt un avantage indéniable pour ceux qui le mobilisent : il ajoute aux argumentaires plus traditionnels de nature culturelle et identitaire en faveur de l’autonomie et/ou de l’indépendance une motivation instrumentale rationnelle. De cette manière, l’indépendance n’est guère présentée comme un état qui doit être atteint pour des raisons de principe ou pour satisfaire des besoins immatériels, mais plutôt comme un outil pour faire croître l’emploi, améliorer la qualité et l’éventail des services publics et assurer la durabilité de la sécurité sociale – des thèmes qui se retrouvent souvent parmi les préoccupations prioritaires des électeurs. De même, il n’est point surprenant qu’un tel discours puisse être redoutablement efficace dans des contextes de crise économique, où les conflits liés à la redistribution des ressources deviennent beaucoup plus saillants.

Références:
1. Pour plus de détail sur cela voir Dalle Mulle. E. 2018. The Nationalism of the Rich: Discourses and Strategies of Separatist Parties in Catalonia, Flanders, Northern Italy and Scotland. London: Routledge.
2. Pour une panoramique exhaustive de ce débat voir Birch, A., 1989. Nationalism and National Integration. London: Unwin Hyman. Deux auteurs qui ont suivi le même schéma interprétatif tout en questionnant la théorie de la modernisation sont : Hechter, M., 1977[1975]. Internal Colonialism: The Celtic Fringe in British National Development, 1536-1966. Berkely: University of California Press ; Nairn, T., 2003[1977]. The Break-up of Britain. 3ème edition. Edinburgh: Common Ground; Gellner, E., 1964. Thought and Change. London: Weidenfeld and Nicolson, p. 168.
3. Dans le cas allemand toutefois, le déséquilibre entre le centre du pouvoir prussien autour de Berlin et son cœur économique dans les territoires non-adjacents de la Rhénanie et de la Westphalie a favorisé la création d’un système politique fédéral.
4. Tilly, C., 1990. Coercion, Capital and European States, AD 990-1990. Oxford: Basil Blackwell, p. 58. Sur la formation du système européen des États, voir aussi Bartolini, S., 2005. Restructuring Europe. Centre Formation, System Building and Political Structuring between the Nation State and the European Union. Oxford: Oxford University Press ; Elias, N., 1975. La dynamique de l’OccidentParis: Calmann-Lévy.
5. Pour un bon résumé du processus de création de l’Espagne, voir Linz, J., 1973. ‘Early State-Building and Late Peripheral Nationalism against the State. The case of Spain’. In: S.N. Eisenstadt and S. Rokkan, eds. Building States and Nations, Vol. 2. Beverly Hills: Sage Publication.
6. Culla, J. 2017. ‘Catalonia i el concert econòmic (un mite de la transició)’. L’Avenç, 434, 9–11.
7. Mishra, R., 1984. The Welfare State in Crisis. Social Thought and Social Change. Brighton: Wheatsheaf Books, p. 4. Voir aussi Heclo, H., 1981. ‘Toward a New Welfare State?’. In: P. Flora and A. Heidenheimer, eds. The Development of the Welfare States in Europe and America. New Brunswick: Transaction Books, p. 397 ; Offe, C., 1984. Contradictions of the Welfare State. London: Hutchinson, p. 194.
8. Pierson, P., 2001a. ‘Coping with Permanent Austerity: Welfare State Restructuring in Affluent Democracies’. In: P. Pierson, ed. The New Politics of the Welfare State. Oxford: Oxford University Press, 410–456.
9. Ferrera, M., 2005. The Boundaries of Welfare. European Integration and the New Spatial Politics of Social Protection. Oxford: Oxford University Press, pp. 107–111 ; Rosanvallon, P., 2015[1981]. La crise de l’Etat-Providence. Paris: Le Seuil, p. 55.
10. Esping-Andersen, G., 2004. ‘After the Gloden Age? Welfare State Dilemmas in a Global Economy’. In: G. Esping-Andersen, ed. Welfare States in Transition: National Adaptations in Global Economies. London: Sage, p. 27.
11. Van Oorschot, W., 2000. ‘Who Should Get What, and Why?’. Policy and Politics, 28 (1), 33-49; Van Oorschot, W., 2006. ‘Making the Difference in Social Europe: Deservingness Perceptions among Citizens of European Welfare States’. Journal of European Social Policy, 16 (1), 23-42.
12. McEwen, N. and Moreno, L., 2005. ‘Exploring the Territorial Politics of Welfare’. In: N. McEwen and L. Moreno, eds. The Territorial Politics of Welfare. London: Routledge, p. 6.
13. Voir Van Oorschot, 2000. op. cit.; Van Oorschot, 2006. op. cit.
14. La « dépendance au sentier » est une théorie selon laquelle certaines décisions institutionnelles historiques peuvent générer des dynamiques d’inertie qui limitent la capacité du système à changer radicalement le chemin institutionnel emprunté.

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