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PEDRO MIGUEL CARBONELL

COLECCIÓN DE DOCUMENTOS INÉDITOS DEL ARCHIVO GENERAL DE LA CORONA DE ARAGÓN
PUBLICADA DE REAL ORDEN
POR
SU ARCHIVERO,
D. MANUEL DE BOFARULL Y DE SARTORIO.
TOMO XXVII.

OPÚSCULOS INÉDITOS DEL CRONISTA CATALÁN
PEDRO MIGUEL CARBONELL,
ILUSTRADOS Y PRECEDIDOS DE SU BIOGRAFÍA DOCUMENTADA
POR
D. MANUEL DE BOFARULL Y DE SARTORIO,
ARCHIVERO DEL GENERAL DE LA CORONA DE ARAGÓN, SOCIO CORRESPONDIENTE
DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, DE NÚMERO DE LA DE BUENAS LETRAS DE BARCELONA Y DE OTRAS CORPORACIONES LITERARIAS.

TOMO I.

BARCELONA.
EN LA IMPRENTA DEL ARCHIVO.
1864.

// Editado por Ramón Guimerá Lorente. Ortografía actualizada en parte en los textos de Manuel Bofarull Sartorio. Los números 3 y 5 son muy parecidos en el texto original, quizás haya errores. //

Manuel Bofarull Sartorio
Manuel Bofarull Sartorio

Fue dedicada esta obra por su autor en testimonio de respetuosa gratitud, a la Real Academia de la Historia, que aceptó este justo y propio homenaje con su acostumbrada benevolencia, y esta circunstancia, capaz de realzar por si sola la obra de un particular, ha contribuido en esta ocasión a que el autor, desprendiéndose del derecho que como tal le compete, la cediera, atendida su importancia histórica y diplomática, a la Colección oficial que actualmente dirige como Archivero general de la Corona de Aragón.

PRÓLOGO.

Para proceder con acierto al completo y fructuoso estudio de la historia de cualquier pais es absolutamente indispensable, después de hojeada no muy someramente la general de todas las naciones, descender a la más detenida y metódica lectura de todos los autores que han tratado hasta nuestros dias de la particular o propia que constituye el objeto de nuestras miras. Pero aun asi no puede prescindirse de comenzar por los más antiguos e ir bajando gradual y cronológicamente hasta los más modernos, si se quiere que la severa critica, madre de todos los adelantos en esta materia, comunique su clara luz a nuestra inteligencia. Y aplicando este tan admitido principio a nuestra Cataluña, es imposible entrar en el lleno y exacto conocimiento de todos los pasos que han dado nuestros mayores y de las diferentes fases que en el decurso de los siglos ha presentado nuestra patria, sin empaparnos en la lectura de las crónicas e historias que nos han legado nuestros predecesores, desde los dos anónimos monjes de Ripoll en sus preciosísimos M. SS. de mediados del siglo XII y fines del XIII, publicados por el erudito Arzobispo de Paris en su Marca Hispanica, hasta el escogido ramillete que de todas ellas y de las que siguieron hasta la época presente formó nuestro distinguido, concienzudo e incansable amigo D. Pablo Piferrer y Fábregas en sus Recuerdos y bellezas de España.
Ciertamente el que haya acometido tan arduo y trabajoso estudio, después de admirar la severidad de estilo de los citados monjes, el castizo lenguaje de don Jaime el Conquistador, la mucha exactitud de Ramon de Muntaner, la circunstanciada narración de Bernardo Desclot y la buena fé de Pedro Tomich, no podrá dejar de hacer alto en las Croniques de Espanya de Pedro Miguel Carbonell. Es indudable que este cronista sobrepujó en mérito a todos los que le habían precedido, ya fuese porque encontró trillado el camino, ya por haber bebido de la rica fuente del Real Archivo hasta entonces no beneficiada, ora porque generalizó sus trabajos no ciñéndose a un hecho o reinado solo, como lo verificaron aquellos, sino abarcando todas las épocas desde los fabulosos tiempos de Tubal hasta los de D. Juan II inclusive, ora finalmente por haber sido el primero en adoptar el sistema de apoyar la mayor parte de sus dichos en documentos que actualmente siguen los historiadores de más nota.
Estas ventajosas consideraciones y la particular circunstancia que reunía Carbonell, tan interesante para nosotros, de haber corrido a su cargo por espacio de 40 años a fines del siglo XV y principios del XVI la custodia del mencionado Archivo, hicieron nos detuviésemos más y más en su lectura, admirando la fluidez y naturalidad de su narración y la exactitud de sus datos, y gozándonos no pocas veces en sus mismas digresiones y lunares, que tan inconsideradamente le echan en cara algunos de sus plagiarios, sin hacerse cargo del gusto y fisonomía especial de la época en que escribía su crónica.
Nos aguijoneó entonces y por mucho tiempo el deseo de traducir aquella obra al castellano, adicionándola y corrigiéndola a la vez con el único objeto de generalizarla; y aunque no desconocíamos la dificultad que ofrecía semejante empresa, la hubiéramos acometido con ánimo resuelto, y procurado llevarla a cabo, si a aquella dificultad no se hubiesen acumulado otras y otras menos superables, que nos han obligado a aplazarla para otra época más oportuna. Como nuestro objeto es dar a conocer tan solo la parte inédita de las obras y trabajos del cronista archivero, alcanzará fácilmente el lector que, no correspondiendo por su índole la reproducción de una obra impresa en una colección de documentos inéditos, prescindamos esta vez de aquella, ya que, a pesar de la escasez de ejemplares, puede ser leída y examinada en diferentes bibliotecas públicas o particulares, y reservemos en tal caso su reproducción o traducción para cuando, sin carácter oficial, consideremos oportuno hacer este obsequio a la memoria de Carbonell.
Posteriormente y con el decurso de los años, entre los códices y registros del Archivo general de la Corona de Aragón hallamos algunas otras producciones históricas de su activa pluma, que no habían visto la luz pública, y nos propusimos desde luego dar a la imprenta. Dedicámonos con asiduidad en todos los ratos de ocio que se nos ofrecían a la más escrupulosa busca de todas cuantas pudiese haber dejado escritas; y tuvimos la satisfacción de ver muy en breve coronados nuestros trabajos del mejor éxito, y a la verdad mucho mayor del que jamás habíamos esperado. A más de la detallada relación de la enfermedad, muerte y magnificos funerales de D. Juan II de Aragón, que presenció y describió de orden del hijo y sucesor de este monarca, D. Fernando el Católico, de los minuciosos extractos y apuntes de los procesos y demás actos de la Inquisición, y de un crecido número de cartas relativas a diferentes puntos históricos, dimos con algunas producciones poéticas, que si bien no del todo perfectas en la parte métrica, tienen la inestimable particularidad de trazar un exacto bosquejo de las costumbres de los cortesanos y altos funcionarios públicos de su época. Bajo este aspecto jamás fue conocido Carbonell; asi es que este descubrimiento se nos hizo tanto más interesante y grato cuanta mayor novedad ofrecía.
Además de todos los materiales que acabamos de enumerar y que se custodian en el Archivo de la Corona de Aragón, otros tuvimos ocasión de ver fuera de él, y en especial el códice que, bajo el título exterior de Petri Michaeli Carbonelli adversaria, o, según la portada del mismo, Codex epigrammata epistolas et alia quamplurima continens in quo sunt aliqua raptim scripta quae sunt emendatione digna qaasi per totum manu mea scripta, se conserva en el archivo de la catedral de Gerona, a cuyo ilustrado cabildo, y en su representación a los SS. canónigos de la misma Matute, Ruscalleda y Murtra, debemos consignar aqui nuestra gratitud por sus atenciones y cooperación al logro de nuestra tarea literaria.
Sabedores de cuanto importa evitar la menor confusión en esta clase de trabajos, y estribando su primera calidad en el mejor orden posible, separamos las obras históricas de las poéticas y de las literarias, sin que a ninguna hayamos dejado de añadir las notas que nos parecieron convenientes, ya para su mayor claridad, ya también para corregir algunos leves descuidos del autor, a quien sin duda sorprendería la muerte antes de dar a aquellas la última mano. Pero debemos advertir a nuestros lectores que nos ceñimos constante y estrictamente al original, cuyo descifre nos fue muy a menudo engorrosísimo por estar escrito en mal borrador, peor letra y enredado con inumerables acotaciones. Nos pareció asimismo muy oportuno dar en sus respectivos lugares noticias de algunas obras, que no puede dudarse compuso Carbonell, por más que hayan desaparecido para siempre.
Tampoco dejamos de hacer algunas reflexiones sobre la Crónica y demás obras ya publicadas, aunque traspasemos los limites de nuestro propósito. Al menos no podemos prescindir de desvanecer la equivocación que padecieron D. Nicolás Antonio en la pág. 219 del tom. 2.° de su Biblioteca hispana nova, y el P. Manuel Marcillo en la 362 de su Crisi de Cataluña, al asegurar que en Barcelona se hicieron de la Crónica dos ediciones; y en su lugar oportuno probaremos que no hubo más que una.
Al practicar tales investigaciones, dimos con no pocos apuntes o notas autógrafas puestas al margen, en las cubiertas y aun intercaladas las más de las veces en el texto mismo de sus opúsculos, relativas al interior de su familia e indicadoras de su carácter, las cuales nos sugirieron la feliz idea de irlas reuniendo insensiblemente con el objeto de poder más adelante bosquejar unos ligeros apuntes biográficos. Tan interesantes se fueron haciendo aquellos y llegaron a un número tan copioso y considerable que, contra lo que jamás habríamos previsto, nos hallamos en disposición de extender, no ya unos meros apuntes como nos propusimos al principio, sino una biografía, y tan completa cual pueda apetecerse, de una persona que floreció hace cuatro siglos. La detenida lectura de su Crónica, el contexto de algunos documentos que hemos rastreado entre los infinitos que abrazan los registros, escrituras y demás papeles del Archivo general de la Corona de Aragón, y el examen de su 28.° memorial o protocolo que posee actualmente uno de los escribanos públicos de esta ciudad, han enriquecido también el caudal de preciosos datos que ya poseíamos. Costoso trabajo ha sido a la verdad el de unirlos y combinarlos; pero su minuciosidad y profusión mismas nos fueron allanando el camino, y hoy día el exacto conocimiento de su carácter llega a representar a menudo a nuestros ojos casi la imagen del Cronista.
Quizás el lector echará a menos en esta biografía el juicio critico de sus producciones: bien sabemos que él debe llevarse la parte principal cuando se trata de un escritor conocido, pero nosotros lo omitimos de intento, convencidos de que tendrá lugar más a propósito al frente de cada una de aquellas.
La mayor recompensa de nuestra penosa tarea es la convicción que tenemos de que no sentamos un solo dicho sin que venga en su apoyo un documento intachable o una nota escrita de su propio puño. Esta circunstancia y el deseo de no interrumpir la narración con la lectura de unos y otras nos hicieron emplear el medio de continuarlos todos en seguida de la biografía, poniendo en esta las correspondientes llamadas o números, y separando las notas autógrafas de los que deben considerarse como meros documentos. De esta manera, al paso que se favorece la claridad, el lector encontrará fácilmente los comprobantes de nuestros asertos cuando ocurra consultarlos: el conocerá si hemos andado o no acertados en la adopción de este sistema; que si quedare complacido, no puede caber mayor galardón a nuestros desvelos.


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