APÉNDICE.
INTRODUCCIÓN.
(Las
páginas se refieren al original, no coinciden en formato doc,
html)
PÁGINA 6.
El autor del famoso diálogo de las lenguas, obra escrita en el siglo de oro, y publicada en el XVIII por
Mayans, con sus Orígenes y otras piezas literarias, se supone ser el
protestante Juan de Valdés.
IBIDEM.
Citando el erudito
arabista Sr. Gayangos al morisco aragonés Mohamad Rabadán, natural
de Rueda de Jalón y autor de un poema aljamiado en honor del anaví
Muhamad, el cual se incluye por primera vez en los apéndices a la
Historia de la literatura española del sabio anglo-americano
Ticknor, dice de su cuenta que “en Aragón, sobre todo, donde por
causas locales comenzó antes la amalgama y fusión de las dos
lenguas (española y árabe) hubo pueblos en que se hablaba y
escribía una jerga casi ininteligible para los no versados en la
lengua arábiga.”
PÁGINA 27.
Solamente hablando con
impropiedad, aunque impropiedad a veces inevitable, se puede
considerar a la aragonesa como tal lengua o idioma por más que un
autor moderno diga que “hasta la misma Andalucía y el Aragón no
se han emancipado aún completamente de sus primitivos idiomas”, y
por más que en la comedia Tesorina de Jaime Huete se diga “pero,
si por ser su natural lengua aragonesa, no fuese por muy cendrados
términos, cuanto a esto merece perdón”. Otra cosa es que en los
autores aragoneses se note tal cual locución o modismo provincial,
como los notó Zurita, aunque en él son rarísimos, el crítico
Sepúlveda, o como se vislumbran en Avellaneda, en quien a posteriori
han podido advertirse desde que Cervantes, que debió de conocerle,
lo declaró aragonés en varios pasajes del Quijote.
Sobre el
fingido Avellaneda, cuyo lenguaje se ha examinado muy poco, nos
permitiremos una ligera digresión por lo que tiene de interesante a
nuestro objeto.
Cervantes publicó en 1605, y después en 1608,
las cuatro partes de D. Quijote, que después él quiso que se
llamaran una sola y primera parte, a la cual dio cima con el
encantamiento del héroe manchego, el cual, razonablemente maltratado
por el cabrero y los disciplinantes, fue restituido con aquella
industria a su aldea, en donde el autor le dejó tan finado, como que
habló de lo poco que la tradición conservaba acerca de sus
posteriores aventuras en Zaragoza y concluyó con los versos que a su
muerte se escribieron, pero dejando, no obstante, al lector con
esperanza de la tercera salida de D. Quijote. Al cabo de algunos
años, y cuando ya Cervantes tenía adelantada su inmortal novela,
hasta el capítulo LIX, que es en donde empieza a ocuparse de
Avellaneda, publicó este en Tarragona el año 1614 una continuación
que Lesage tradujo al cabo de un siglo, en 1704, y que después se ha
reimpreso en 1732, en 1805 y por Rivadeneira en nuestros días,
habiendo merecido a todos en general fuertes dicterios, pero habiendo
sido calificada por Montiano como superior a la del mismo Cervantes
Saavedra.
Bueno es que este contestara, en el suyo delicadísimo,
al torpe prólogo de Avellaneda; bueno es que continuara su Quijote
con la decencia y el donaire que tantas veces hubieron de faltar a su
competidor; bueno es que pusiera la inimitable segunda parte suya muy
por encima (que lo está mucho en efecto), de la del atrevido ingenio
tordesillesco; bueno es que le hiciera las repetidas y
chispeantes alusiones que se leen en varios lugares, que le motejara
por haber abandonado como ingrata a Dulcinea del Toboso, que le
deseara quemado y hecho polvos por impertinente, y aún que trajera
hacia el fin de la historia a D. Alonso Tarfe, grandísimo amigo del
otro D. Quijote, para que se sacara testimonio por ante un alcalde y
un escribano sobre la autenticidad del verdadero hidalgo de la
Mancha; pero no anduvo tan cuerdo el gran Cervantes en aquel juego de
pelotear los diablos ante Altisidora con el libro de Avellaneda, ni
en inquietarse porque este llamara a Sancho comilón, ni en privar a
Zaragoza del honor que en recibir a D. Quijote le había dado ya la
tradición (en el último capítulo de la primera parte); ni en tener
por cosas dignas de reprensión (reprehension)... que el
lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos... y que
yerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia,
porque aquí dice que la mujer de S. Panza mi escudero se llama
Mari-Gutiérrez, y no se llama tal sino Teresa Panza. (cap. 59).
Dejando esto último como menos importante, si bien prueba una vez
más la distracción con que Cervantes escribía, cuando no recordó
aquellas sus palabras del cap. VII, aunque lloviese diez reinos sobre
la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari-Gutiérrez;
vengamos a lo del lenguaje aragonés. Que el autor tuviera esa patria
no es para nosotros dudoso desde que Cervantes, que le habría muy
bien conocido, nos lo aseguró varias veces, ya no con aire de
sospecha, sino con toda la resolución de quien hablaba sobre seguro:
que el tal aragonés fuera inquisidor está punto menos que resuelto,
si, como creemos, se ha interpretado bien una frase de Cervantes: que
fuera además religioso de la orden de Predicadores se tiene hoy por
muy probable, aunque más lo dudaría Clemencín, fundado en los
cuadros y expresiones lúbricas e indecentes del segundo D. Quijote,
pero desconociendo la mayor procacidad con que, respecto a nuestros
tiempos, en aquellos dorados se escribía: que fuera, en fin, el
inquisidor general fr. Luis de Aliaga, o el dominico Joaquín Blanco
de Paz con quien se enemistó Cervantes en Argel, o un autor de
comedias criticadas en la primera parte del Quijote, como afirma
resueltamente D. Vicente de los Ríos, es una cuestión literaria que
permanece todavía sub judice, aunque en favor de la primera opinión
ha aducido tan buenas conjeturas el laborioso y perspicaz escritor D.
Cayetano Rosell, que casi hay que rendirse a su opinión, no porque
el episodio de los Felices amantes revele un tan gran conocimiento de
los conventos de religiosas que no lo pudiera tener quien no los
hubiera menudamente visitado, sino por las analogías de estilo entre
el Quijote de Avellaneda y la Venganza de la lengua española de
Aliaga, y por la coincidencia de haber denostado a Aliaga el Conde de
Villamediana en una décima satírica, con el nombre de Sancho Panza,
mientras se designaba con el mismo a Avellaneda en un vejamen de
Zaragoza; no siendo por otra parte muy descaminada, aunque desde
luego gratuita, la sospecha que ha expuesto Rossell de que, conocido
Aliaga en la corte con el nombre de Sancho Panza, tomara Cervantes
ese apodo para popularizarlo en su simple escudero, de que resultara
la venganza literaria del supuesto Avellaneda.
Para nosotros es
todo ello indiferente sino la patria de este autor, y ese es por otra
parte el único dato averiguado; pero lo difícil de concebir es cómo
encontró Cervantes digno de reprensión el lenguaje aragonés, que
sólo conoció porque tal vez escribe sin artículos. Lo ligero y
tenue de esta indicación, que luego declararemos ser también poco
justa, prueba á lo menos la ninguna diferencia que había entre
el lenguaje aragonés y el castellano (a finales del s. XVI y
principios del XVII); y aunque nuestro Diccionario, en que hemos
llegado a reunir un número bastante considerable de voces, parece
que está probando lo contrario, convéngase en que el lenguaje no es
en sí desemejante y que el de los escritores es absolutamente común
cuando no idéntico.
Hemos leído con algún cuidado la obra
de Avellaneda (cuyo lenguaje han convenido, aun sus impugnadores, en
que es muy de alabar), y deseando que nos suministrase alguna materia
a nuestro Vocabulario, ya que no la hemos obtenido de otros
escritores positivamente aragoneses pero siempre escritores en muy
buen castellano; no ha podido logrársenos el deseo sino en un
reducidísimo número de voces y locuciones. Las únicas palabras que
hemos sorprendido son zorriar, repapo, malvasía, repostona,
mala-gana y buen-recado, de cuyas cuatro primeras (quizá no todas
aragonesas) ya hemos dado cuenta en nuestro Diccionario, habiendo de
decir de las otras que la una se halla en el capítulo XXXI en aquel
pasaje “a quien, por aguardar que convaleciese de una mala gana que
le había sobrevenido en Zaragoza, no quiso dejar D. Carlos,” y la
otra en el XXXV “Mal se puede cerrar, replicó D. Carlos, carta sin
firma, y así decid de qué suerte soléis firmar. ¡Buen recado se
tiene! respondió Sancho: sepa que no es Mari-Gutiérrez amiga de
tantas retóricas.” - También leemos en los capítulos XXVI y XXIX
“echemos pelillos a la mar y con esto tan amigos como de antes...
dése pues por las entrañas de Dios por vencido, como mi amo le
suplica, y tan amigo como de antes;” en el XXVII “la primera cosa
que hizo en despertar”, locución que Rossell corrige con las de al
despertar o en despertando; y en el XVII y otros muchos (porque esta
es en él manera de decir muy de su gusto) “a la que llegó (cuando
llegó) delante della, se hincó de rodillas.”
No anotamos
zorrinloquios por circunloquios porque, en boca de Sancho Panza, no
puede ser eso sino un barbarismo dispuesto graciosamente y de
propósito; ni hendo cruel penitencia por haciendo, porque nos parece
del mismo carácter, aunque hay pueblos en Aragón que dicen vinon
por vinieron, tuvon por tuvieron, etc.; mas respecto de omisiones,
todo lo que hemos hallado ha sido haberse callado por dos veces la
preposición de, lo cual se verifica en aquellas locuciones de los
cap. XVII y XIX “cerca (de) los muros de una ciudad de las buenas
de España... pero llegando a pasar por delante (de) su monasterio,”
las cuales son a uso latino y de uso catalán; y haberse suprimido
otras tantas el artículo en el capítulo VII en donde dice “ello
es verdad que no todas (las) veces nos salían las aventuras como
nosotros queríamos... y con esto hacía toda (la) resistencia que
podía para soltarse,” a cuyas frases no es lícito agregar aquella
otra “a falta de colcha no es mala (la) manta.”
He ahí pues a
qué proporciones queda reducido el reparo de Cervantes, aún más
diminuto para el que recuerde aquel pasaje de P. de Mejía en su
coloquio del porfiado, “por que en invierno no es menester fresco,
y en verano no lo hay todas veces.”
PÁGINA
68.
Algunas palabras de las que se citan en la Introducción se
han omitido en el Vocabulario; unas porque, si bien se encuentran en
documentos aragoneses, se hallan también en otros castellanos de la
edad media, escritos en el mal latín de aquellos tiempos; otras
porque no tienen para nosotros un valor conocido. Sean ejemplo alyala
o aliala, esto es “praestatio quoe pro investidura et laudemiis
fundi alicujus recens comparatidatur, scilicet duo morabatini et
septem denarii,” cuyo pago solía expresarse en las escrituras con
la frase aliala paccata; apacon cuya voz hemos oído sin que
conozcamos a punto fijo su significado; brunias que hemos trasladado
a la pág. 7 en un documento citado por Briz Martínez; cazeno, que
puede ser roble o encina, pero que no hemos visto en ningún
Diccionario, aunque Briz en el citado documento lo escribe, como en
latín, de esa manera y sin explicación alguna; macano, que se
encuentra en el mismo caso y que, escrito con cedilla, pudiera ser
manzano (maçano), leyéndose por lo demás en un documento
lusitano citado por Ducange “unam copam deauratam in Maçanis et
circa bibitorium et circa pedem;” marcización, que se nos ha
comunicado como palabra alguna vez leída, pero que nosotros no hemos
alcanzado a conocer en ningún documento ni podido por consiguiente
interpretarla; mazarecchos, que hemos visto usado en escrituras
aragonesas sin entenderlo, aunque de persona doctísima sabemos que
significaba en la edad media una especie de copa traída de Egipto
(como maçano: “unam copam deauratam in Maçanis”).
Página 73.
Entre los autores de nota que han dudado
acerca de la autenticidad de los poemas atribuidos a D. Alfonso el
Sabio, a lo menos en el estado en que han llegado hasta nosotros, se
encuentra el no sospechoso crítico D. L. F. de Moratín.
IBIDEM.
A
propósito del verbo caler, nos parece oportuno añadir a los
escritores que decimos haberlo usado el muy insigne autor del Libro
de Patronio, el cual dice en su cuento XVI “ruégovos que me
consejedes lo que vieredes que me cale mas de facer.”
Página
96.
Que la Celestina no es de Juan de Mena, de quien en efecto no
lo parece, lo prueba, entre otros, N. Antonio (Nicolás).
Página
99.
Entre los nombres cuyo diminutivo único es el en ico podemos
citar a abanico, que procede de abano voz anticuada, y que es el
único usual, como todos saben, por más que la Academia conserve
abanillo y se lea en Lope y otros,
a cuyas flores servía
de
abanillo el manso viento
(El premio del bien hablar, III.
2.)
VOCABULARIO.
ACUDIDERO.
n. Es muy usual decirse que hay en una casa muchos acudideros, cuando
hay muchas atenciones que cubrir.
AGUADA. n. Rocío de la mañana.
(aigualera; ROSADA : escarcha)
AHORCADO. n. Se dice tener
hueso de ahorcado de aquel que es muy venturoso en sus empresas. -n.
Entre los jugadores de dominó se da aquel nombre a la ficha de palo
doble que no puede colocarse por haber jugado todas las del
suyo.
ALFAZ. n. Alfalfa. (aufals, alfals, alfalz)
ALHODERA.
n. En un documento citado por Briz Martínez se lee: “non ponam
tibi azaquia aut alhodera qua tibi terram tuam tollam.”
(GLOS:
Alhoder, alhodera port. Lo mismo que alhodra. "In qua non
ponam tibi azaquia, aut alhodera”. V. Ducange, Glos.
in v. alfechna. Alhodra. Especie de tributo que los moros
pagaban en España. De alfárda, "colecta" en R.
Martín, o de alfárda, "impot foncier" en
Kazimirski. De fárda, mudado el fatha de la 1.a radical en o,
el f en h, y mediante la metátesis de las dos últimas
articulaciones, se hizo hódra, y con anteposición del art.
ar. al, alhódra.)
ANHELANTES (ACADEMIA DE LOS). n. Cuerpo
literario fundado durante el siglo de oro en la ciudad de Zaragoza, y
del cual nos queda como muestra de su espíritu y mérito poético el
Mausoleo que dedicó en 1636 a Baltasar Andrés de Uztarroz,
discípulo predilecto de Simón de Abril.
ARES Y MARES (TENER).
n. Tener mucho, pero suele decirse irónica o dubitativamente:
también se dice contar ares y mares, hablar de ares y mares
etc.
ARNÉS (JUSTAS DEL). n. Torneos que parece que celebraba tres
veces por año una cofradía que existía en Zaragoza bajo la
advocación de S. Jorge.
AZEMBLA. n. Acémila, voz antic. que
vemos empleada en el Códice tantas veces citado de los Privilegios
de la Unión.
BESANTE. n. Moneda de plata que valía 3 sueldos y 4
dineros barceloneses.
(GLOS: Mitical cast. y port., matical,
metical, methcaes, pl. port. Moneda de Castilla que en tiempo de D.
Alonso X valía 18 pepiones. De mitscál "bisancius"
en R. Martín, hebr. *, "ponderatio, pondus." Conde,
Memoria sobre la moneda arábiga, en especial la acuñada en España
por los príncipes Musulmanes. V. Memorias de la Acad. de la Hist.,
V, 225. )
CARRACUCA. n. Se usa de esta extraña palabra en la
frase “más perdido que Carracuca” denotando que no hay esperanza
o remedio para alguno.
CARRAZÓN. n. Balanza de grandes
dimensiones.
(GLOS: Carrazón. Balanza de grandes dimenciones.
Borao. De carastón, del gr. *, "la balanza de que se servía
Arquímedes. V. Dozy, Supl., y cf. calasti.)
COSPILLO.
n. Se usa en la frase más bruto que el cospillo para significar el
mayor grado de rusticidad o descortesía.
CHULAPO. n.
Pilluelo.
CHUMOSO. n. Zumoso, pegajoso, o todo aquello que despide
o suda fácilmente algún barniz, sustancia, pringue o líquido
espeso. (chumá : ixí aigua; ya chume la fon)
CHUPA-LÁMPARAS.
n. Se dice por la persona sucia o desaseada.
EMPANELADO. n. Lo
labrado a paneles o entrepaños.
EMPANELAR. n. Labrar una pieza de
carpintería a paneles: la Academia, que explica entrepaño y
entrepañado, no admite entrepañar.
EN. n. Don, tratamiento: era
usual principalmente en Cataluña y en general en los documentos
lemosines, pero alguna vez se ha usado en documentos puramente
aragoneses.
(Lo llibre dels poetas:
GUERAU DE CABRERA.
Cabra juglar,
non puesch mudar
qu'eu non chan, pos a mi sab bon;
e volrai dir
senes mentir,
e contarai de ta faison:
mal sabs viular
e pietz chantar
del cap tro en la fenizon,
non sabs finir,
al mieu albir,
á tempradura de Breton.
los datz a menar ni l'arson.
ni trasgitar
a guisa de juglar Guascon.
Ni sirventesc
ni balaresc
non t' auc dir e niulla fazon;
bons estribotz
non tiers pel potz,
retroencha ni contenson.
Ja vers novel
bon d'En Rudel
non cug que 't pas sotz lo guingnon,
de Markabrun
ni de negun
ni d'En Anfos ni d'En Eblon.
Jes gran saber
non potz aver,
si fors non ieis de ta rejon.
que non sabs jes
de la gran jesta de Carlon,
con en transportz
per son esfortz
intret en Spaingna abandon,
de Ronsasvals (Roncesvalles)
los colps mortals
que fero 'l dotze compaignon,
com foron mort
e pres a tort,
trait pel trachor Gonelon
al amirat
per gran pechat
et al bon rei Marselion.
Del Saine cuit
e' ajas perdut
et oblidat los motz e 'l son.
Ren non dizetz
ni non sabetz;
pero no i ha meillor chanson.
E de Rotlan (la Chanson de Roland; Rolando)
Sabs atretan
coma d'aisó que anc non fon.
Conte d'Arjús
non sabes plus
ni del reprojer de Marcon
ni sabs d'Ajolz
com anet solz
ni de Marchari lo felon;
ni d'Aufelis
ni d'Anseís
ni de Guillermes lo baron.
De Florisen
non sabs nien
ni de las ganas de Milon;
del Loerenc
non
sabs co venc
….
Ni sabs d'Erec
com conquistec
l'esparvier for de sa rejon.
Ni sabs d'Amic
com si guaric
Ameli, lo sieu compaignon;
ni de Robert
ni de Gribert
ni del bon Alvernatz Ugon,
de Veziá
non sabs co-s va,
ni de Guondalbon lo Grizon,
del duc Augier
ni d'Olivier
ni d'estout ni de Salomon,
ni de Loer
ni de Rainier
ni de Girart de Rossillon,
ni de Daví,
ni de Raí,
ni de Berart, ni de Bovon.
De Constantí
non sabs que dí,
de Roma ni de Prat Neiron,
de Gualopin,
ni de Guarin,
ni de Sanguin,
ni d'Olitia, ni de Dovon;
de Guajeta
ni d'Aigleta
ni de Folcueis ni de Guion;
ni de Aimar,
ni de Guasmar,
ni de Faquele, ni d'Orson;
del orgoillós
non sabés vos
de Cambrais ni de Bernison;
ni de Darnais
non sabés mais
com n'Aimeric en fos lo don.
Mon-Melian
vas oblidan
on Carles fon mes en preizon.
Ja de Mauran
Om no 't deman
ni de Daurel ni de Beton.
Jes non saubés
si m'ajut fes,
del setge que a Troja fon.
d'Antiochá
non sab res ja
ni de Milida la faison.
Ni de Saurel
non sabs qu'el pel
ni de Valflor, ni de Merlon;
Ni de Terric
non sabs, so-t dic.
Ni de Rambaut ni d'En Aimon.
Ni d'Esimbart
ni de Sicart
ni de Albaric lo Borguognon;
ni de Bernart
ni de Girart
de Viviana ni de Bovon,
Ni de Jausbert
non sabés cert
ni de Folquier ni de Guion;
ni de Guormon
qui tot lo mon
cuidava conquerre per son;
ni d'Aguolan
ni de Captan,
ni del rey Braiman l'esclavon;
ni del beu rei
non sabs que 's fei,
d'Alixandre fil Filipon,
d'Apoloiné
non sabés re
qu'estors de man de Perizon;
de Daire ros
que tan fou pros
qu 's defendet de traizon.
Ni d'Olivier
non sabs chantier,
ni de Verdun ni de Vosprezon
Ni de Cardueill,
ni de Marcueill,
ni d'Aimol, ni de Guion:
ni sols d'Itís,
ni de Biblís
ni de Caumús nuilla faisson;
de Piramús
qui for los murs
Sofri, per Tibes possion;
ni de París,
ni de Florís
ni de Bell'Aia d'Avignon;
Del Formanés.
ni del Danés
ni d'Antelmen, ni de Frizon;
de Rainoal
ab lo tival
non sabs ren, ni del gran baston,
ni de Marcueill
con perdet l'oill
á la porta d'un aguillon,
ni de Bramar
non sabs chantar,
de l'auca ni d'En Auruzon;
ni del vilan
ni de Tristan
c' amaba Icent a lairon,
ni de Gualvaing
qui ses compaing
fazia tanta venaison,
ni d'Aldaer
ni de Rainer
ni d'Eranberg ab lo furguon;
ni de Rainier
ni de Folquier
ni del bon vassall Aubion;
de Lionás
ja non sabrás
ni de Tebas ni de Caton
de Nersisec
d'Arumalec
ni de Calcan lo rei felon,
de Fideús
ni de Formús
que sofrí tanta passion,
del cavalier
ni del liurer
que sus en la garda mort fon;
ni de Riqueut
ni de Mareut
ni d'Arselot la contençon.
No saps upar
mot guariar
en glieiza ni dedinz maizon.
Va, Cabra boc,
quar be 't conoc
qui te envia urtar al mouton. )
ESCOCIDO. n. Escarmentado.
(escocer; si algo escuece, uno escarmienta)
ESCUDILLAR. n.
Vaciar el puchero sobre la fuente o plato en que ha de servir a la
mesa el contenido, y así se dice “escudillar las judías, las
patatas, las puches, etc.: la Academia, limitando mucho la
significación, dice que “es echar el caldo en las escudillas
y distribuirlo y servirlo,” con cuya definición no se explica
aquella frase de H. de Mendoza, tan frecuente por otra parte en
Aragón, “me parecía más conveniente hora de mandar poner la mesa
y escudillar la olla que de lo que me pedía (Lazarillo de Tormes).”
-n. En sentido figurado, descubrir un secreto, hacer indiscretamente
una confianza, y así se dice “yo le había revelado mi plan y él
lo escudilló al punto en el teatro.” -n. Escudillar la sopa
calarla o echar en ella el caldo de la olla: en un Diccionario
castellano hemos visto, sin embargo, esa acepción.
FORLIER. n. En
un Códice de oficios palatinos de Jaime II se ofrecen pintados
varios de ellos, entre otros el forlerius, forlerio o aposentador,
correspondiente al traversier francés y origen de nuestro furriel,
sobre lo cual puede verse a Covarrubias y Latassa B. a. II. 33.
GAÑA.
n. Cierta parte dentada o en forma de sierra que tienen en lo
inferior de la cabeza algunos pescados.
MALVASÍA. n. La Academia
presenta como castellana esta voz en sentido de uva dulce cuyos
sarmientos importaron los catalanes en España desde la isla de Chio
en tiempo de las Cruzadas: Avellaneda dice en el cap. X de su Quijote
“que tengo en el cuerpo tres de malvasía que llaman en esta tierra
(habla en Zaragoza), y a fé con razón, porque está mal la taza
cuando está vacía della.”
PANEL. n. Entrepaño, voz de
carpintería: en francés panneau. (panó)
POTE (COLOR DE).
n. Color quebrado o muy bajo, principalmente en el rostro.
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